El nombramiento de Manuel Valls como primer ministro francés genera un contraste llamativo con el socialismo español. No es sólo que el mal resultado socialista en las elecciones municipales francesas haya producido dimisiones a las 24 horas, cuando la pérdida de 4 millones de votos en las generales españolas de 2011 precedió el ascenso de Rubalcaba a la secretaría general del PSOE. Es también una cuestión de impulso político y de anquilosamiento ideológico.