Una vida de película: Rory Stewart

Escrito a las 10:23 pm

Supe por Twitter hace unos días que Rory Stewart se iba a casar. Lo hará con Shoshona Clark, una americana graduada en astrofísica y, hasta hace poco, gerente de la Fundación Turquoise Mountain en Afganistán, Fundación en la que también trabajó Rory.

Brad Pitt ha comprado los derechos de una película sobre la vida de Rory que, al parecer, protagonizaría Orlando Bloom. ¿Quién es Rory Stewart?

Conocí a Rory en Yakarta en agosto de 1998. Yo había llegado a la capital indonesia hacía unas semanas con 25 años, un billete de ida y ganas de aventura. Los extranjeros dejaban el país en manada como consecuencia de la crisis económica (el PIB indonesio cayó un 11% en 1998) y de la violencia desatada en el país. Suharto, el dictador indonesio, había dimitido en mayo superado por las revueltas y corrompido hasta los huesos tras 32 años en el poder.

Un amigo inglés me mandó un mail y me sugirió que conociese a un compañero suyo de Universidad que estaba destinado en la embajada británica de Yakarta. Acudí a cenar a su casa y un mayordomo indonesio me pidió que esperase. Al cabo de un rato, apareció un joven delgado y pálido cuya sonrisa hizo aparecer una hilera de dientes que dominaban no sólo su cara, sino todo su cuerpo. Pensé que sería el hermano menor del diplomático inglés, de visita. Pero no, era Rory.

Tenía 26 años, apariencia adolescente y todos los atributos de la clase alta británica: familia hacendada escocesa, exalumno de Eton y Oxford, un año en el Ejército Británico y, por supuesto, diplomático al servicio de su Graciosa Majestad. Suyo era el único BMW descapotable de Yakarta.

Sus contradicciones eran conscientemente cultivadas y se fundían con una constante afirmación de superioridad. Su vida social era acelerada. Salía (entre otras) con una famosa actriz indonesia. Tenía sentido del humor e información valiosa en tiempos de desconocimiento (Indonesia había entrado en un proceso de transición democrática que nadie sabía cómo acabaría). Los corresponsales extranjeros le cultivaban: era tan generoso con sus bienes como con su información.

Las invitaciones a cenar en su casa eran garantía de conversaciones estimulantes y compañía influyente. Él se servía la comida con las manos y, después de cenar, se sentaba en el suelo para que sus invitados sentados en sofás y sillas admirasen sus calcetines morados. Le escuchamos a menudo decir, en su inglés con ningún acento escocés, que su mayor ambición era convertirse en el primer Embajador de Escocia en Londres.

Empecé a pensar que era un artista de su propia imagen. Estaba ante una persona que conscientemente estaba construyendo su propio mito. Era difícil creerse todo lo que contaba, en particular, sobre sí mismo. Rory no hablaba; estimulaba la imaginación.

Uno de sus conversaciones favoritas (mientras se servía una carne empanada con las manos) era que su vida era profundamente insatisfactoria. Lo que de verdad quería era ser escritor. Y para encontrar la inspiración necesaria, iba a abandonar la carrera diplomática e irse andando desde Turquía hasta Vietnam.

Yo no sé si alguien le creería; yo, desde luego, no lo hacía. Pero sí que reconocía esa inquietud tan típicamente británica por demostrar valor y heroísmo. Como la del joven Churchill periodista que viajó a la Cuba levantada en armas de finales del Siglo XIX y a la Sudáfrica de la Guerra de los Boer. Dejé a Rory un libro sobre el joven Churchill que devoró en horas. Él me dejó los Siete Pilares de la Sabiduría de T.E. Lawrence que, inconcebiblemente, perdí no sin antes leer unas 150 páginas del libro, incluyendo la introducción en la que supe que a Lawrence le ocurrió lo peor que le pueda pasar a un escritor: acabar su libro, perder su único manuscrito en un tren y tener que volver a escribirlo de cero.

Veía también el precedente de George Orwell: joven funcionario británico, exalumno de Eton, que abandonó su puesto en Birmania decidido a convertirse en escritor. Para encontrar la inspiración necesaria, se hizo pasar por mendigo durante meses en Londres y París y escribió “Down and Out in Paris and London” a principios de los años 30.

Me equivoqué no creyendo a Rory. A finales de 1999, se marchó de Yakarta y fue destinado a los Balcanes. Pero, al cabo de unos meses, dejó sus responsabilidades y empezó a preparar su viaje. En 2001, salía a pie de Estambul, rumbo a Hanoi.

Durante varios meses mandó e-mails describiendo sus aventuras. A partir de Irán, desapareció. Seguía andando, pero ya sin conexión a Internet. Evitando el Afganistán talibán, pasó por Pakistan, la India y llegó hasta Nepal. Estando en Nepal, se produjeron los atentados terroristas del 11-S y, unas semanas más tarde, la intervención aliada en Afganistán que acabó con el régimen talibán.

Rory decidió entonces volver a Afganistán. Quería completar el hueco en su viaje y conocer el ¿nuevo? Afganistán. Decidió atravesar el país de este a oeste, desde Herat hasta Kabul: unos 600 kilómetros en línea recta, atravesando el macizo central afgano. Era enero de 2002.

Seguiría así los pasos de Babur, el primer emperador mogul de la India, quien inició la conquista del subcontinente tras atravesar la actual Afganistán con su ejército a principios del Siglo XVI.

Una vez completado el viaje en cuatro semanas, volvió a Escocia y escribió su primer libro: “The Places in Between.

Es un libro magnífico. Rory se inscribe directamente en la línea literaria de Orwell y Kapuscinski. Su prosa es limpia y directa. Su estilo está conscientemente depurado para evitar inútiles adjetivos o divergencias estéticas.

Su libro se distingue por su capacidad para transmitir sensaciones sin caer en el sentimentalismo (con alguna excepción). La anécdota sobriamente contada permite llevar al estómago del lector el peso de lo vivido. Su capacidad para encontrar o desenterrar el significado del comentario de pasada de su anfitrión o de la mirada del niño al borde del camino es sensacional. Su capacidad literaria se ve incluso realzada por su escasa capacidad pictórica: los dibujos incluidos en el libro son casi infantiles.

Rory se jugó la vida durante su caminata. La experiencia adquirida caminando hasta entonces y su manejo básico de la lengua persa evitaron que terminase tirado en una cuneta.

También influyó la hospitalidad de los afganos. Rory se cobijó cada noche en casa de algún aldeano que le acogió con un sentido de la hospitalidad descrito por Kapuscinski en “El Mundo de Hoy”:

“Me habría muerto cien veces si (mis anfitriones) no me hubiesen salvado, defendido y amparado. Siguen el principio según el cual, si una comunidad te acoge como su huésped, te tratan como si fueras Dios. Hay un motivo en la Odisea en el que el lector actual no se suele fijar porque le falta la perspectiva del autor. A saber: viaje a donde viaje, Ulises siempre es bien recibido. Y es porque en aquellos tiempos – y las cosas siguen igual en muchas partes del Tercer Mundo – no se sabía si el recién llegado desde el exterior era un hombre o un dios, o quizás un enviado de cualquiera de los moradores del Olimpo (…). La gente tardó siglos en aprender a distinguir entre hombres y dioses o sus enviados. Por si acaso, más valía tratar al visitante con deferencia, cuidarlo y protegerlo, no fuera a resultar que se tratase de un enviado divino.”

Ayudó también al éxito del viaje de Rory la compañía de Babur, un mastín afgano que le fue regalado al principio del viaje para protegerle de los lobos. Babur es, además, un recurso literario para liberar tensión, añadir humor y crear un final que excepciona la regla de la falta de sentimentalismos del libro.

El New York Times consideró “The Places in Between” uno de los diez mejores libros de 2006 (fecha de la edición norteamericana). Rory había conseguido lo que se propuso.

Pero, su vida continuó. Tras la invasión aliada de Irak de 2003, fue nombrado gobernador adjunto de una provincia del país. Esta experiencia le sirvió de inspiración para su segundo libro “The Prince of Marshes.” Está escrito con el mismo estilo sobrio e inteligente del primero, incluso con alguna pincelada más de humor.

Tras Irak, Rory volvió a Afganistán a dirigir la Fundación Turquoise Mountain (la lectura de The Places in Between explicará la función de esta fundación) y, presumiblemente, a conocer a su futura mujer.

Al cabo de unos años, Rory dejó Afganistán y se fue a dar clases a la Universidad de Harvard como profesor titular. Al poco tiempo, decidió volver al Reino Unido.

Hoy, Rory es un diputado conservador en la Cámara de los Comunes británica, elegido en las elecciones de 2010 por una circunscripción del norte de Inglaterra muy tory (el desafío fue salir elegido candidato conservador, más que ganar el acta de diputado). Se dedica a la política exterior y de defensa británicas. Sus opiniones sobre Afganistán son requeridas y escuchadas.

Le deseo todo lo mejor en su próximo matrimonio.

Y por supuesto que pienso ir a ver la peli cuando salga.

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