Neruda el violador, Neruda el pusilánime

Escrito a las 12:21 pm

Pablo_Neruda_Ricardo_Reyes

(El joven Neruda aún firmaba con su verdadero nombre: Ricardo Reyes)

Estoy leyendo las memorias de Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”. Al llegar a la siguiente frase – “La poesía es siempre un acto de paz”- he tenido que dejar el libro. Continuaré más tarde. Voy por algo menos de la mitad, cuando Neruda deja la España sumida en la Guerra Civil. Tengo curiosidad por saber si más adelante hablará de su Oda a Stalin (escrita a la muerte del sanguinario dictador en 1953) y si la definirá, también, como un “acto de paz.”

Creo que nunca antes había leído un libro de memorias que me generase tanta antipatía hacia su autor. Es imposible no reconocer las virtudes literarias de Neruda y su dominio del idioma. Pero Neruda el hombre debió ser alguien auténticamente insufrible: vanidoso, ególatra, machista, embustero…

Sirva como primer ejemplo su admisión de lo que no hay otra forma de definir que como una violación. Estamos más o menos en 1928 (la cronología y Neruda están íntimamente reñidos). Neruda es el cónsul de Chile en Ceilán. Vive en una casa en la que el váter es un agujero que da a un cubo. Sin embargo, “el cubo amanecía limpio cada día sin que yo me diera cuenta de cómo desaparecía su contenido”. Una mañana, Neruda descubre cómo se obra el milagro: una mujer, “la más bella que había visto hasta entonces en Ceilán”, se ocupaba de vaciarlo. Transcribo literalmente lo que ocurrió a continuación:

Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme.

Hasta en el acoso sexual a su servicio doméstico fue Neruda un estricto marxista.

¿Es este hombre el gran poeta del amor? El romanticismo no aparece por ningún lado en la vida privada de Neruda. Se casó un tiempo más tarde, estando destinado en Batavia (la actual Yakarta, capital de Indonesia). Así lo cuenta: “Mi soledad se redobló. Pensé en casarme. Había conocido a una criolla, vale decir holandesa con algunas gotas de sangre malaya, que me gustaba mucho.” Este es todo el amor que le profesa: “me gustaba mucho”. Lo cierto es que Neruda le fue continuamente infiel y poco se ocupó de su hijo enfermo. Neruda mismo cuenta cómo, al cabo de un par de años en Buenos Aires, se tiró al suelo con una mujer a la que acababa de conocer en el torreón de la casa de un rico argentino en las mismas narices de Federico García Lorca.

La fascinación por los ricos y la búsqueda de mercedes otorgadas por los poderosos es otra constante en la vida de Neruda. Así consiguió, por ejemplo, su primer puesto de cónsul de Chile con 23 años:

-Vamos a ver al ministro. (le dijo su amigo Bianchi de una poderosa familia chilena)

Me tomó de un brazo y subimos las escaleras de mármol. A nuestro paso se apartaban apresuradamente ordenanzas y empleados. Yo estaba tan sorprendido que no podía hablar. Por primera vez veía a un ministro de Relaciones Exteriores. Éste era muy bajito de estatura y, para amortiguarlo, se sentó de un salto en el pupitre. Mi amigo le refirió mis impetuosos deseos de salir de Chile. (…)

–       Dónde quiere ir, Pablo? – me dijo el ministro.

–       A Rangoon, respondí sin vacilar.

–       Nómbrelo –ordenó el ministro.

Como él mismo reconoce, el trabajo por el que cobraba del erario público chileno en la capital birmana involucraba algún día de trabajo cada tres meses “cuando arribaba un barco de Calcuta que transportaba parafina sólida y grandes cantidades de té para Chile.”

La fascinación por los ricos incluye a los que han dejado de serlo, pero venían de grandes familias y eran, claro está, progresistas. Por ejemplo, su amiga Nancy Cunard “heredera única de la Cunard Line, hija de Lady Cunard”, una poetisa con frágil salud mental y protectora de poetas, que fue desheredada por su familia por su escandalosa vida de la época. Neruda la admira profundamente, en parte, sin duda, gracias a su imprenta.

Una historia que no cuenta Neruda, pero que ayuda a poner las cosas en perspectiva, es la siguiente. Cunard mandó en 1937 un cuestionario a 200 escritores para que se posicionasen en relación con la Guerra Civil española y publicó los resultados en Left Review (el nombre lo dice todo).

Una de las respuestas que no fue publicada fue la de George Orwell. Es fácil imaginarse por qué:

Le ruego que deje de enviarme esta maldita basura. Esto es la segunda o tercera vez que la recibo. No soy uno de sus culturetas a la moda como Auden o Spender, yo estuve seis meses en España, la mayor parte del tiempo luchando, tengo el orificio de una bala en mí y no voy a escribir una nota sobre cómo defender la democracia…

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Orwell, evidentemente, sí escribió “Homenaje a Cataluña” que rompe todos los esteriotipos de buenos republicanos y malos nacionales construidos por la izquierda.

Orwell, siempre Orwell. Su forma de elegir sus amistades, su talla como persona, y no sólo como escritor, ponen en evidencia la pusilanimidad de Neruda.

 

PD: La “justificación” que hace Neruda de sus elogios a Stalin (p. 270) resume, por sí misma, la vaciedad moral del gran poeta chileno: “Yo había aportado mi dosis de culto a la personalidad, en el caso de Stalin. Pero en aquellos tiempos Stalin se nos aparecía como el vencedor avasallante de los ejércitos de Hitler, como el salvador del humanismo mundial (sic.). La degeneración de su personalidad fue un proceso misterioso, hasta ahora enigmático para muchos de nosotros.” Lo que no “justifica” en ninguna parte es este “Saludo a Batista”.

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