¿Es sólido “Todo lo que era sólido”?

Escrito a las 6:41 pm

 

Acabo de leer “Todo lo que era sólido”, el ensayo de Antonio Muñoz Molina que se convirtió en uno de los libros de no ficción más vendidos en 2013.

Es un libro escrito con gran claridad y bastante rabia. Muñoz Molina denuncia con inquina los excesos, corrupciones y traiciones que desembocaron en la actual crisis española. Ilustra su relato tanto con experiencias personales como con multitud de titulares y artículos del diario El País repasados en los archivos del periódico durante el verano de 2012.

El título del libro alude a la alucinación colectiva que habríamos vivido los españoles hasta 2008 y bajo cuyos efectos creímos que los cimientos de nuestra economía y progreso eran sólidos cuando no eran más que humo.

Una virtud del libro es que no es sectario. El autor no esconde su querencia por la izquierda, pero eso no le convierte en un intelectual orgánico de partido dedicado a actuar como correa de transmisión de sus superiores jerárquicos. Al contrario, Muñoz Molina critica a colegas del mundo de la cultura para quienes toda crítica a un gobierno de izquierda es “hacerle el juego a la derecha”. De hecho, una de sus críticas básicas a la España contemporánea es su tribalismo, particularmente exaltado por los partidos políticos y por las comunidades autónomas.

Muñoz Molina tiene observaciones muy penetrantes. Sirva de ejemplo esta afirmación: “En España se ha alimentado a conciencia el sedentarismo satisfecho (…). Ahora que el orgullo de lo originario se ha convertido en una ideología unánime salir fuera sirve sobre todo para confirmar los superioridad de lo propio.” Le llevan los demonios al constatar cómo la izquierda española se ha rendido a los nacionalismos regionales o a la exaltación de tradiciones religiosas que apuntala con generosas dosis de dinero público para construir/inventar “identidades colectivas inmemoriales”.

Hay otras partes del libro que me gustan menos. Pero, hay una en particular que me parece grave y merecedora de ser subrayada. En la página 126 del libro, Muñoz Molina escribe lo siguiente:

Orwell siempre: el lenguaje político está diseñado para hacer verdadera la mentira y respetable el asesinato. En su primer número, el 4 de mayo de 1976, el diario El País, el primero que nació después de la muerte de Franco y limpio de toda complicidad con él, en la portada, en una sola columna esquinada, traía la noticia del asesinato de un guardia civil en el País Vasco. “Guardia Civil muerto”, decía. Muerto como si hubiera muerto en un accidente de tráfico o de un ataque al corazón.

Escandalizado por este “pecado original” de El País y agradecido por la valentía de Muñoz Molina al denunciarlo pese a ser un colaborador habitual de sus páginas (como también lo es su esposa, Elvira Lindo), busqué dicha portada y la encontré aquí.

Pero, oh sorpresa, contrariamente a lo que escribe Muñoz Molina, el titular de El País es “Guardia civil muerto en un atentado”. El texto de la noticia en esa primera portada tampoco deja lugar a dudas que el guardia civil Antonio de Frutos Sualdea fue asesinado por una bomba conectada a una ikurriña.

No pensé que Muñoz Molina me llevaría a defender a El País frente a una crítica infundada, pero eso es exactamente lo que hago. Muñoz Molina tergiversa el titular de El País para acusarlo de minimizar la muerte de un guardia civil, cuando lo cierto es que no lo hizo. Quizá El País haya sido culpable de esos mismos defectos en otras ocasiones –y, desde luego, su posición actual sobre la derrota de ETA está, a mí juicio, infundada- pero no lo fue en su primera portada. Además, pretender ilustrar una “mentira orwelliana” con una noticia cuyo titular ha sido retocado -como hacía Winston Smith en el Ministerio de la Verdad de “1984”- hace del error algo doblemente sangrante.

La manipulación de Muñoz Molina debilita todo su libro. Es una pena porque, insisto, mucho de lo que dice está bien traído. Pero, denunciar la fragilidad de lo que los españoles creímos que era sólido con datos tergiversados abunda en esa misma fragilidad.




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Un comentario

001
Percival
26.10.2014 a las 12:50 Enlace Permanente

Una lectora me reprocha por mail el uso del término “inquina” en el segundo párrafo. Dado que la inquina se refiere a la mala voluntad, creo que la lectora tiene razón. No acuso a Muñoz Molina de denunciar excesos con mala voluntad. De hecho, en el siguiente párrafo alabo el hecho de que el libro no es sectario. Si debiese escribir el post de nuevo, no hablaría de “inquina”.

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