Hoy han confluido en Madrid una serie de marchas llamadas “de la dignidad”. Sus organizadores han publicado un manifiesto bajo el lema “Pan, trabajo y techo para todas y todos” que resume sus reivindicaciones.
No dudo de la buena fe de un gran número de los participantes en las marchas, hartos de la crisis, de la corrupción y de los insoportables niveles de paro. Es indudable que España necesita cambios profundos.
Sin embargo, el lema de las marchas y las ideas de ultraizquierda defendidas por sus líderes representan un gigantesco intento de subvertir el sentido de la dignidad humana. Esto es así porque:
La dignidad la da la independencia. Promover que las personas dependan del Estado atenta contra su dignidad.
Dar más poder a los políticos a través de un mayor Estado reduce la dignidad de los ciudadanos.
La independencia la da el trabajo. Cuanto más impuestos haya que pagar al Estado, menos trabajo se podrá crear.
Es indigno promover que se suban los impuestos asumiendo que la carga fiscal añadida recaerá sobre los hombros de los demás y los beneficios sobre uno mismo.
La dignidad está en vivir del esfuerzo propio y no del esfuerzo de los demás.
Es más digno un trabajo que una subvención.
Exigir que no te quiten es más digno que reivindicar que te den.
Es más digno aumentar lo propio que recibir lo ajeno.
Es más digno aportar que exigir.
Es más digno generar riqueza que repartirla.
Las personas tienen dignidad; los grupos tienen líderes con intereses políticos.
La dignidad de la persona depende de sus cualidades personales, no de su pertenencia a un grupo o a una clase social.
La exaltación del grupo siempre lleva a la denigración de la persona.
La pobreza no es más digna que la riqueza; es, más bien, la excusa que utiliza la izquierda para otorgarse a sí misma la superioridad moral con la que imponer sus ideas.
Es más digno reconocer que se es una minoría que pretender que se es un mayoría llamándose “social”.
No es más digno dar por obligación que dar porque se quiere dar.
Es más digno el que paga sus deudas que el que reniega de ellas.
La soberanía de un país se defiende no pidiendo prestado dinero para pagar aquello que no se puede permitir.
La dignidad no está en denigrar a aquellos a los que se pidió dinero prestado, sino en evitar pedírselo.
Dignidad es orgullo por el esfuerzo propio, no envidia por el esfuerzo ajeno.
Dignidad es premiar el éxito, no penalizarlo.
Dignidad es aspirar a lo mejor para uno mismo y para los demás.
Dignidad es reconocer las virtudes del otro y no castigarle por ellas.
Dignidad es que todo aquel que quiera mejorar su condición sepa que su esfuerzo se verá recompensado. Indignidad es imponer que, haga lo que haga, nunca podrá progresar.
La dignidad del que pierde es volver a intentarlo, no desmerecer al que gana.
La mayor indignidad no es perder sino no poder ganar.
26.03.2014 a las 19:13 Enlace Permanente
Es importante generar riqueza, eso es lo que no comprende la izquierda, pero también hay que repartirla, algo que no entendéis los liberales. Para vosotros, es mucho más justo y legítimo que en una sociedad existan unos pocos adinerados a costa de una mayoría social depauperada.