Los Campos Elíseos no son sólo la avenida más famosa de París. En la mitología griega, eran una especie de Paraíso en el que las sombras de los elegidos por los dioses vivían dichosas en la abundancia material y libres de enfermedad durante toda la Eternidad.
El sudafricano Neill Blomkamp retoma este mito para crear Elysium, una película en la que algunos elegidos alcanzan el “paraíso” en vida.
Es el siglo XXII y los ricos se han construido una estación espacial de lujo en la que viven apartados de la suciedad y de la pobreza terrestres. La estación es una especie de mega gated community -urbanización privada con alta seguridad habitual en Sudáfrica– que lleva al espacio la lucha de clases.
¿Y cómo es la vida de los ricos en Elysium? Salvo el Gobierno, nadie parece trabajar demasiado. En este futurista Jardín del Edén, las enormes casas están impolutas, los jardines perfectamente cuidados, pero la gente se pasa el tiempo en cócteles y en la piscina. El Gobierno, mientras, trabaja duro –demasiado duro de hecho- para proteger la seguridad de sus habitantes. Un Gobierno que no se entiende muy bien cómo ha sido constituido: la ministra de defensa, por ejemplo, se queja a un momento dado de “los políticos” como si ella no lo fuese. En todo caso, parece que el Gobierno se puede cambiar con un programa informático.
En contraste, la Tierra es una reserva de explotados trabajadores que satisfacen las necesidades de Elysium. De hecho, trabajo y Elysium son tan incompatibles que cuando se encomienda una programación informática a un rico capitalista, éste no se queda en Elysium para hacerla sino que se va a una fábrica de su odiada Tierra.
Por no trabajar, los ricos de Elysium han encontrado la forma de evitar los trabajos manuales mejor remunerados. Así, se ha acabado con los médicos. La gente ya no recurre a doctores para operar y curarse, sino que se meten en una caja que les “reatomiza” y en cuestión de segundos se curan de una leucemia o se les rehace la cara si, por un casual, se la destroza una granada.
El hombre predestinado a acabar con los privilegios de los ricos es, como no, un obrero. Un huérfano musculoso y solitario que, tras superar una juventud conflictiva, trabaja en una fábrica construyendo robots. Las cajas “reatomizadoras” no existen en la Tierra por lo que, cuando un robot policía le rompe un brazo, el héroe tiene que ir a un hospital a que le pongan una escayola.
Y en el hospital, ¿quién le cura? ¿Un médico? No, una enfermera. Más adelante, el héroe sufre un grave accidente laboral. Tras ser rescatado, le “atiende” un robot, el cual se limita a decirle lo mal que está, a pedirle que firme un papel y a darle unas pastillas. Y más tarde aún, el héroe es operado para restablecer artificialmente sus fuerzas; la operación es ejecutada por uno con pinta de marero que lo hace con la destreza de quien tunea un coche en un garaje.
No hay médicos en la Tierra. Los médicos pertenecerían a Elysium si no hubiesen sido remplazados por las cajas. Y no hay cajas “reatomizadoras” en la Tierra porque los ricos se han inventado un ingenioso sistema para que las cajas sólo les curen a ellos: las cajas curan a ciudadanos identificados y los únicos ciudadanos son … los ricos. Curar al enfermo es ya únicamente una cuestión de voluntad política.
¿Por qué desaparecen los médicos en esta futurista parábola de lucha de clases? Es evidente que los médicos plantean un problema para la ideología socialista. Suelen tener rentas altas (incluso los hay que juegan al golf), pero salvan vidas. Si el capitalismo se basa en la explotación de los pobres por parte de los ricos, ¿a quiénes explotan los médicos para hacerse ricos? ¿A los enfermos? Parece difícil de sostener… ¿Es legítima su fortuna entonces? ¿Deben aceptarse las desigualdades sociales que favorecen al colectivo de los médicos? Un colectivo que, encima, ha destacado en los estudios y no se ha plegado a la mediocridad académica propugnada por las leyes educativas socialistas…
Los médicos desaparecen en Elysium, pues, porque no encajan en la lucha de clases. En el futuro expuesto, los obreros seguirán siendo explotados en las fábricas, los ministros trabajarán en el paraíso de la ociosidad, los avariciosos capitalistas harán su propia programación en la Tierra (no por mucho más tiempo, eso sí), pero los avances tecnológicos habrán permitido extinguir la profesión médica. Las cajas “reatomizadoras” curarán a todo el que lo necesite. Esto permitirá que nunca más un médico (ni un dentista) se haga rico trabajando y prestando un evidente bien a los demás. La tecnología traerá coherencia a la teoría de la lucha de clases: toda riqueza será necesariamente ilegítima, no pudiendo derivar del bienestar que unos proveen a otros. Y la capacidad de sanar será “socializada” de forma que sólo los políticos decidan a quién se sana -dando acceso a cajas curadoras- y a quién no.
El cine siempre dará una socorrida respuesta a los que quieren evitar que la realidad les estropee su teoría de la explotación capitalista.
20.08.2013 a las 23:15 Enlace Permanente
Es una distopía capitalista, todo un subgenero en la ciencia ficción. La película es mala, pero no por eso.
La analogía de los médicos es bastante mala. Podría haber usado la de los policías.
Un saludo.