Cambio de Planes

Escrito a las 7:39 pm

Volví a ver hace poco el discurso que lanzó a Barack Obama al estrellato. Lo hice tras  leer Game Change, el excelente libro sobre la campaña presidencial norteamericana de 2008 que desembocó, claro está, en la victoria de quien nunca debería de haber derrotado a dos pesos pesados de la política norteamericana como eran (y son) Hillary Clinton y John McCain.

Para entender el contexto de las famosas palabras de Obama en la convención del partido demócrata de 2004, debemos imaginar que en España un joven – 43 años – diputado autonómico del PSOE con sólo siete años de experiencia política tuviese la oportunidad de dar uno de los principales discursos de un congreso federal de su partido. Es poco probable, claro, pero es lo que le ocurrió a Obama. Fue la ocasión soñada por un inexperto político en ascenso para hacer méritos ante sus compañeros de partido y ante millones de telespectadores.

Y, en estas circunstancias, ¿qué dices? ¿Cómo te aseguras arrancar los aplausos y el apoyo de miles de personas en un gigantesco pabellón? Obama decidió dedicar sus 15 minutos de gloria (literalmente) a hablar de cuatro cosas: su familia; las grandezas de su país; unidad; y esperanza.

La cultura política española lleva a que los políticos sean muy reacios a hablar de sí mismos. Se interpreta como arrogancia lo que, en justicia, debería ser pura rendición de cuentas política: “vengo a pedirles su confianza pero, antes de dármela, es evidente que querrán saber quién soy y de qué estoy hecho.”  Obama contó quiénes fueron sus padres y abuelos y aprovechó para hilar su historia con el gran ideal norteamericano de superación y éxito fruto del esfuerzo personal.

Esto le llevó a destacar la grandeza de su país cuya “fe en sueños simples” ha traído libertad, paz y prosperidad a sus ciudadanos. También subrayó que en Estados Unidos la gente no espera que el Gobierno le resuelva todos sus problemas, sino que le quite obstáculos a través de un (etéreo) “pequeño cambio de prioridades.”

De las pocas críticas que hizo Obama – y muy de pasada- fue cuando, tras las palabras de apoyo al candidato presidencial de su partido John Kerry, pasó a hablar de unidad y afirmó que la fe no debe ser utilizada para dividir a los norteamericanos. También dijo que ir a la guerra debe ser una opción –aunque no la primera- y que, si se toma, se debe asegurar la victoria dedicando suficientes tropas al conflicto. Es importante recordar que el presidente era entonces el republicano George Bush y que Irak era entonces un país ocupado por tropas norteamericanas. Obama no mencionó a Bush ni una sola vez en todo el discurso.

La unidad que defendió Obama es la basada en una solidaridad patriótica y cristiana entre ciudadanos de un mismo país por la cual los males de los demás deben ser sentidos como propios. Frente a los que buscan dividir a los norteamericanos, Obama sacó la bandera de su país para cobijar a todos bajo unos Estados Unidos de América.

Y para cerrar su intervención, planteó una alternativa entre una política de cinismo y otra de esperanza. Ofreció ejemplos varios de esperanza satisfecha entre los que incluyó el suyo propio: “un chaval delgaducho con nombre raro que esperó que también hubiese un sitio para él en América.” Esta esperanza le sirvió a Obama para contar aquello en lo que cree, incluyendo trabajo para los parados y viviendas para los que no la tienen. Y la esperanza de todos llevaría a que la gente se levantase y el demócrata Kerry fuese elegido presidente de su país.

Más allá de los buenismos evidentes en gran parte del discurso, lo llamativo de las palabras de Obama me parece lo inconcebible que sería escucharlas hoy por hoy en España. Lo digo pensando en el PSOE, pero no sólo en el PSOE: ¿un político que no critica a sus adversarios políticos, que se muestra orgulloso de su país y de sus valores, que apela a la unidad frente a los que nos quieren dividir, que ofrece esperanza…? ¿un auditorio que se pone en pie y aplaude a rabiar palabras de ánimo y no descalificaciones más o menos ingeniosas de un gobierno de color político distinto al propio?

Pues sí, no hay razón para que esto no pueda ocurrir en España. España no está predestinada a vivir en el desánimo y en la desesperación, en la crítica insustancial y en la inercia del pasado. Las cosas se han hecho de una cierta manera hasta ahora, pero las cosas pueden cambiar. Las cosas deben cambiar y van a cambiar. A ello nos vamos a dedicar muchos, yo entre ellos.




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